Baelo Claudia: Reloj, Silenos, Júpiter, Isis

  • Autor: Daniel González Morillo

     

    El Reloj de Sol

     

    Este reloj de sol consta de una esfera que representa la bóveda celeste; en ella aparecen grabadas una serie de líneas circulares que permiten la lectura de la hora. El bloque de piedra esculpido se encuentra adornado por dos tetrafolios en las esquinas superiores y con un rebaje a modo de pedestal en la parte inferior y con dos garras de león esculpidas en las esquinas, que simulan sostener la bóveda celeste, la cual constituye el propio reloj. 

    El funcionamiento es sencillo, únicamente hay que seguir con atención las líneas que están trazadas dentro de la bóveda celeste.

    Sobre la esfera, el sol está representado mediante la mancha de luz producida por los rayos solares que penetran a través del orificio de la placa metálica situado en la parte superior. Esta mancha de luz indica la hora y la estación del año en que estamos. 

     

     

    La estatua de Júpiter

     

    En la más pequeña de las siete colinas de Roma, en una zona llamada propiamente Capitolium, se construyó el templo de Júpiter Óptimo Máximo, el primero de Roma por la importancia de su culto. Se componía de tres celdas dedicadas respectivamente a Júpiter, a Juno y a Minerva.

    La estatua de Júpiter ocupaba la celda central, a su derecha estaba la de Minerva y a su izquierda la de Juno. El dueño absoluto del templo era Júpiter Óptimo Máximo, las diosas lo acompañan como meras huéspedes acogidas en su casa.

     

    Esta pieza representa al dios Júpiter barbado, con manto que le cae por detrás del hombro izquierdo. En la mano derecha sostiene el haz de rayos y en la izquierda -que aparece levantada hacia el cielo y se ha perdido desde el antebrazo- probablemente llevaba un cetro o una lanza. Junto a su pie derecho aparece el águila característica.

     

     

     

    Relieve de Isis

    Esta pieza atestigua el culto a Isis en este templo. La placa conserva la inscripción del oferente, cuya traducción resulta muy interesante: 

    "Isis Murionima, te confío el robo del que soy víctima. Haz por mí actos ejemplares conformes a tu divinidad inatacable y a tu majestad. [haz] de modo que quites la vida, a la vista de todos, a quien lo ha hecho, a quien [me] ha quitado o a su heredero, una manta de cama blanca, un cobertor nuevo, dos colchas para mi propio uso; te ruego ¡oh soberana mía! Que castigues este robo". 

     

     

    El Ara

     

    El hallazgo de esta pieza contribuyó notablemente al conocimiento de la ciudad. La cara frontal presenta la siguiente inscripción: 


    "Para Quinto Pupio Urbico, 
    de la tribu Galeria, duunviro del municipio claudio de los Baelonenses, 
    por decreto del Consejo Local. 
    Quinto Pupio Genetivo, 
    su padre, e 
    Innia Eleuthera, 
    su madre, 
    para su afectuoso hijo 
    pusieron (este monumento)".

     

    El excepcional texto nos descubre el estatuto jurídico de la ciudad y nos revela el nombre de ésta. También nos presenta a una de sus familias importantes, que ofrecen el altar. 

     

     

    Las Ánforas

     

    En el área industrial de la ciudad, asociada a la producción de las factorías de salazón, encontramos una importante colección de ánforas, de diferentes tipos, formas y lugares de fabricación, utilizadas para el almacenamiento y transporte de los productos elaborados en la ciudad, como el pescado en salazón o la salsa de pescado "garum". 

    Las mercancías se embarcaban con dirección a los principales puertos del Mediterráneo, donde estaban muy cotizadas. Esto se deduce con la abundancia de ánforas de origen hispánico aparecidas en los depósitos imperiales en Roma. Durante el transporte marítimo las ánforas eran selladas y almacenadas en las bodegas de los barcos, donde quedaban completamente aisladas y libres de peligro de rotura o movimiento de carga durante la travesía, como lo aseguran los numerosos naufragios en los que se ha podido estudiar el sistema de carga de estos materiales, que todavía hoy se conservan en su posición original. 

     

     

    Los silenos

     

    Estas dos esculturas remataban espectacularmente el "pulpitum" del teatro -área que separa la orchestra de la scaena o “escenario”-, el cual disponía también de ricos revestimientos de mármol y estucos pintados. 

    Las figuras de los silenos aparecen barbadas, desnudas, recostadas cada una hacia un lado sobre una piel de animal y apoyadas en el codo, con las piernas semi-flexionadas. Están abrazando un odre (trozo de cuero), a través del cual arrojaban agua a modo de fuentes sobre dos piletas adosadas al muro de la scaena. El juego del agua combinado con la belleza del grupo escultórico y los revestimientos hacían de ese lugar un punto de referencia estética dentro del teatro. 

     

     

    Tuberías

     

    Una vez almacenada el agua en el depósito principal, es decantada para, a continuación, distribuirla a través de tuberías de plomo subterráneas.