El poema de la semana

  • Semanalmente comenzamos la semana con un poema relacionado con los acontecimientos  cotidianos. En numerosas ocasiones los poemas contienen una temática social relacionada con la inclusión en sus diversas manifestaciones. Cuando así sea, subiremos el poema con los correspondientes comentarios de alumnos y profesores.

    MUROS

     

     

    Apología y petición
     
    Y qué decir de nuestra madre España,
    este país de todos los demonios
    en donde el mal gobierno, la pobreza
    no son, sin más, pobreza y mal gobierno,
    sino un estado místico del hombre,
    la absolución final de nuestra historia?
    De todas las historias de la Historia
    la más triste sin duda es la de España
    porque termina mal. Como si el hombre,
    harto ya de luchar con sus demonios,
    decidiese encargarles el gobierno
    y la administración de su pobreza.
    Nuestra famosa inmemorial pobreza
    cuyo origen se pierde en las historias
    que dicen que no es culpa del gobierno,
    sino terrible maldición de España,
    triste precio pagado a los demonios
    con hambre y con trabajo de sus hombres.
    A menudo he pensado en esos hombres,
    a menudo he pensado en la pobreza
    de este país de todos los demonios.
    Y a menudo he pensado en otra historia
    distinta y menos simple, en otra España
    en donde sí que importa un mal gobierno.
    Quiero creer que nuestro mal gobierno
    es un vulgar negocio de los hombres
    y no una metafísica, que España
    puede y debe salir de la pobreza,
    que es tiempo aún para cambiar su historia
    antes que se la lleven los demonios.
    Quiero creer que no hay tales demonios.
    Son hombres los que pagan al gobierno,
    los empresarios de la falsa historia.
    Son ellos quienes han vendido al hombre,
    los que le han vertido a la pobreza
    y secuestrado la salud de España.
    Pido que España expulse a esos demonios.
    Que la pobreza suba hasta el gobierno.
    Que sea el hombre el dueño de su historia.
     
    Jaime Gil de Biedma
    Las personas del verbo
    Ed. Seix Barral (1982)
     
     
    La grandeza de las obras de arte que así merecen llamarse es que atraviesan el tejido no visible del tiempo y rompiendo todas las fronteras, se cuelan en todos los espacios alumbrando con su luz beatífica la conciencia del hombre. Este poema de Jaime Gil de Biedma, escrito a principios de los años sesenta en el contexto de la horrible España franquista, tiene, como es natural,  una fácil lectura de su época pero, lamentablemente, sigue siendo tan actual que no podemos más que alabar la sutileza con la que el poeta catalán lo escribió, perpetuándose su significado más allá de los estrechos límites en los que fue concebido.
     
    En fin, como si no existiera otro problema en España o en el mundo, en los últimos meses, intensificándose en las últimas semanas, estamos asistiendo a un circo en donde payasos de ambos lados, con su ya crónica irresponsabilidad, soberbia y estupidez, nos ofrecen un espectáculo diario repugnantemente vergonzoso, que además constituye un ejemplo tan pésimo desde el punto de vista educativo que nos sirve a los docentes como explicación a nuestros alumnos de lo que nunca debe hacerse. ¿Para qué sirve, digo yo, hablaros del diálogo necesario para resolver conflictos si cuando llegáis a casa os encontráis con esta panda de animales hambrientos despedazándose los unos a los otros? ¿De qué sirve hablaros de la necesidad de romper barreras y fronteras siguiendo el fluir natural de la historia, cuando dos millones de personas a las que nos unen muchísimas más cosas de las que nos separan se disponen a levantar muros, más por cuestiones económicas que emocionales, según las últimas estadísticas? Respetamos el nacionalismo como sentimiento, tanto el catalán como el español, aunque desde aquí lo consideremos reaccionario y excluyente, y, por esa misma razón, creemos que la exaltación de uno de esos nacionalismos está despertando la víbora del otro. Pero apoyamos el diálogo, y lo apoyamos para reformar la ley y celebrar un referéndum legal. ¡Qué le vamos a hacer! Si se quieren marchar y verdaderamente constituyen una mayoría, pues que se marchen, ¡adéu Catalunya! Lo que nos cuesta respetar es la mala educación (en el sentido más amplio que pueda tener esta expresión), el engaño, los modales (destrozar libros de Juan Marsé o llamar fascista a Serrat porque ambos han criticado el procés, no nos parece la mejor manera de darle legitimidad al nacimiento de una nueva nación) y la soberbia. Abrirse al mundo, además de una cuestión de responsabilidad ética, es una cuestión de sentido común, por eso nuestra apuesta educativa es la contraria: el internacionalismo, y con él todo lo que conlleva: solidaridad, respeto, acogida, reconocimiento, empatía y ayuda mutua entre los seres humanos.
     
    Volviendo al poema, nosotros también queremos pensar, como el gran poeta catalán,  en otra historia de España en donde sí nos importe el mal gobierno. Aquí no solo nos importa, sino que además nos produce un tremendo vértigo la penosa situación actual. La desdicha humana (aunque nos vendan otra cosa), a tenor de las cifras de paro y pobreza, y la degradación democrática y cultural de España en los últimos años por parte del Gobierno central ha creado un clima asfixiante, que junto a la corrupción han hecho de España un lugar irrespirable. El propio Estado y los grandes poderes a los que llamamos fácticos: banca, sector empresarial, iglesia y medios de comunicación, a quienes no importamos nada, son responsables también en la actualidad de haber secuestrado la salud de España.
     
    Siguiendo con el mismo tema y para que os hagáis una idea de cómo era la educación en nuestro país a principios de los años sesenta, el tiempo en que fue escrito el poema de esta semana, os hemos traído Another Brick in the Wall, de 1979, la mítica canción del grupo británico de rock Pink Floyd, que denuncia la rigidez educativa del sistema británico, extrapolable al nuestro en los mismos años a los que ya nos hemos referido. De aquellos polvos estos lodos. Algunas veces tengo la sensación de que este país es esa inmensa aula de la canción, y que nuestros gobernantes son esos profesores autoritarios y arrogantes que se ríen de nosotros y humillan a los poetas. Y que nosotros solo somos las piezas de un miserable engranaje que nos destruye. Tenemos que expulsar a esos virtuosos de la infamia a los que no les salen las cuentas, para que no nos roben nuestros sueños y convertirnos en dueños de nuestra historia. Hey! Teachers! We don't need no thought control…
     
    Gurb
     
     
    BELLEZA OCULTA

     

     
    Pisaba Albanio ya el umbral de la adolescencia, e iba a dejar la casa donde había nacido, y hasta entonces vivido, por otra en las afueras de la ciudad. Era una tarde de marzo tibia y luminosa, visible ya la primavera en aroma, en halo, en inspiración, por el aire de aquel campo entonces casi solitario. Estaba en la habitación aún vacía que había de ser la suya en la casa nueva, y a través de la ventana abierta las ráfagas de la brisa le traían el olor juvenil y puro de la naturaleza, enardeciendo la luz verde y áurea, acrecentando la fuerza de la tarde. Apoyado sobre el quicio de la ventana, nostálgico sin saber de qué, miró al campo largo rato. Como en una intuición, más que en una percepción, por primera vez en su vida él adivinó la hermosura de todo aquello que sus ojos contemplaban. Y con la visión de esa hermosura oculta se deslizaba agudamente en su alma, clavándose en ella, un sentimiento de soledad hasta entonces para él desconocido. El peso del tesoro que la naturaleza le confiaba era demasiado para su solo espíritu aún infantil, porque aquella riqueza parecía infundir en él una responsabilidad y un deber, y le asaltó el deseo de aliviarla con la comunicación de los otros. Mas luego un pudor extraño le retuvo, sellando sus labios, como si el precio de aquel don fuera la melancolía y aislamiento que lo acompañaban, condenándole a gozar y a sufrir en silencio la amarga y divina embriaguez, incomunicable e inefable, que ahogaba su pecho y nublaba sus ojos de lágrimas.
     
    Luis Cernuda
    Ocnos, Poesía Completa I
    Ed. Siruela
     
    A veces, al juntar unas cuantas palabras se prende un fuego que nunca antes había existido. Este es el misterio de los grandes libros yOcnos es un libro extraordinario. Cernuda lo escribió en el exilio entre Glasgow y Londres cuando supo que ya nunca jamás volvería a España,  y en él evoca con  sutil sensibilidad los recuerdos infantiles y adolescentes de su Sevilla natal. Sabemos cómo la memoria dulcifica e idealiza el pasado, y en este sentido podemos afirmar que ella constituye en sí misma un género literario de ficción, quizá el más grande, el que a todos abarca; sin embargo, el calado autobiográfico del libro es innegable. Se publicó en Londres por vez primera en 1942, pero el poeta lo revisó y reescribió muchas veces durante su vida. La magia del libro consiste en cómo el autor consigue llevar de la mano al lector regalándole la pura percepción sin filtros de un niño al pasear por su ciudad, por las callejas, las tiendas, el río, los jardines y sus fuentes, la catedral o la universidad. De todos los poemas en prosa que componen este libro podríamos haber escogido cualquiera de ellos y todos nos hubieran servido para hablar de la Belleza, y subrayo la mayúscula, esa que nos transporta y nos lleva un poco más allá de los límites penitenciarios de lo racional. Es un libro que habla de lo cotidiano. Y, sobre todo,  de la esencia intemporal de esa cotidianidad, descubierta por un niño que apenas ha traspasado el umbral de la infancia a la adolescencia. Ese don descubierto a una edad muy temprana produce en el poeta un choque de trenes emocional entre el gozo y la soledad. Los poemas titulados El tiempo, La eternidad, La música, El acorde o Poesía y mitos (no os perdáis su lectura) dejan a uno conmovido por su sencilla hondura, su pálpito verdadero y su perfección lírica.
    Una emoción parecida a la que cuenta Cernuda en su Belleza Oculta le sorprendió al pequeño y torturado Gurb en su primera adolescencia cuando, en una clase de música, su despistado profesor barbudo le puso un fragmento del conocido Canon de Johann Pachelbel. Una ventana inusitada se abría entonces  en su conciencia, y al asomarse por primera vez contempló con perplejidad y miedo aquel lumínico paisaje incomprensible. Inició así el camino de la Belleza, que, como el propio Cernuda nos cuenta en Ocnos, cura de la vida.  
    La música que escucháis hoy, la que se consume mayoritariamente, es una consecuencia más de la aceleración de la Historia. De hecho es una música de usar y tirar (vosotros lo sabéis mejor que nadie), como tantas cosas creadas para tal fin, igual a la comida basura; pero no siempre fue así, de hecho nunca lo ha sido hasta ahora. Por eso es muy recomendable escuchar buena música y leer poesía, si es que no es una misma cosa, para intentar frenar el tiempo en nuestro interior y poder contemplar al mundo y a nosotros mismos aunque solo sea por unos instantes.
    En esencia, Ocnos y el Canon me llevan al mismo lugar. Espero haberme aproximado un poco a él a través de la palabra. Hay un punto en que todas las artes se encuentran y se funden en un abrazo universal. Os dejamos con dos versiones, una de violines clásica y otra eléctrica más moderna. Escoged. Y que el tiempo se detenga, y que amanezca otra vez la Belleza en este mundo.

    Gurb
     

    El beso de Klimt

    Se enamoran de un cuadro.
    Un bellísimo cuadro  que lleva un largo siglo en los museos.
    Viena, primera década del siglo de las sombras:

    secesión en las artes, oropel y erotismo.
    Gustav Klimt, el artista que amaba a las mujeres.

    Poquísimas han visto la obra original.
    Pero eso no importa, se enamoran de copias.
    Decorativas copias, simbólicos deseos,
    altares que presiden las alcobas
    de los enamorados del presente.

    Sus abuelas colgaron crucifijos
    (para toda la vida).
    Sus madres, el jardín de las delicias
    (hasta el confuso día del divorcio).
    Ellas, un beso eterno
    aunque la eternidad dure un suspiro.

    La lámina dorada brilla sobre los tálamos,
    los jóvenes amantes
    la miran y se besan como príncipes.
    Ven lo que necesitan
    para alcanzar el fondo de la dicha:
    La lluvia de oro, el eco de mil constelaciones,
    la pradera de flores, los mantos que los cubren
    y los rostros unidos por el beso infinito.

    (Que en la obra elegida él domine la escena
    y ella cierre los ojos postrada de rodillas
    al pie de un precipicio,
    son detalles que no tendrán en cuenta.)

    Viena, primera década del siglo de las sombras
    y cien años más tarde:
    traslaciones continuas, secesiones forzosas,
    deslealtades urgentes, acosos y despidos,
    mochilas y muchachas con el ombligo al aire
    y algún privilegiado que siempre está esperando
    un cambio de destino…

    Bajo este panorama de tiempos velocísimos,
    de carretera y pésimos augurios,
    las jóvenes parejas del siglo XXI
    siguen en el intento:
    construyendo el amor al borde del abismo.
     
    ¿Quién teme a Thelma & Louise?
    Mónica Doña.
    Ed. Renacimiento (2017)
     
     
    Nacemos. Y el nacimiento supone un impacto sensorial, un aterrizaje forzoso, un golpe contra la vida consciente en un lugar determinado y determinante. Pero hay más factores. La herencia genética y el fluir oculto del inconsciente familiar, con sus escasas bondades y con sus casi irresolubles traumas. Arrojados pues, a la corriente incierta de la historia, nos vemos arrastrados –en la actualidad río abajo- , y zarandeados por ella, sentimos la zozobra de una sociedad sonámbula, pero también severa. Y si a todas estas circunstancias le añadimos la sensación de desamparo que produce viajar a gran velocidad sobre una ínfima bola incandescente como efecto de una colosal explosión primera, podemos advertir lo difícil que resulta escapar de los condicionantes que hacen de la vida, a veces, una guerra que se libra dentro de uno mismo.
     
    Pienso ahora en todos esos niños que fuimos, y pienso especialmente en Trump y en Kim Jong-un, y me pregunto qué clase de niños serían, a qué clase de peligros se enfrentaron en su infancia, y qué conflictos quedaron sin resolver para haber llegado a ser lo que son hoy, un par de púberes descerebrados de cuya paz depende el mundo. Qué miedo. Qué vértigo al ver que sus guerras interiores se están convirtiendo en una guerra planetaria. Vivimos, como dice Mónica Doña, la autora del estupendo poema de esta semana, en un mundo de malos augurios y, al parecer, por ahora están lejos de disiparse. En fin, mientras tanto, al menos en este espacio, y para refugiarnos del tremendo temporal, seguiremos leyendo poesía.
     
    Mañana celebramos El Día Escolar de la No-violencia y la Paz, un día muy importante que hemos decidido ensalzar con un beso, quizá con el beso más conocido de la historia del Arte y de la historia de la humanidad, sin contar el de Judas, claro; pero ese es otro tema. El beso, como es natural, es el beso de Gustav Klimt, y lo vamos a hacer a con este poema de la poeta jienense Mónica Doña.
     
    Es verdad que ha sido una obra reproducida hasta la saciedad, y a veces da la sensación de que ha perdido brillo, aunque su luz y su color sean tan espectaculares. Pero nosotros vamos a intentar poner la atención en el gesto de los amantes, en su infinita ternura expresada a través del rostro de la mujer justo en el momento en que va a romperse el beso del hombre sobre su mejilla, y en la posición viva de sus manos por cuyos dedos fluye la delicadeza, la suavidad, el cariño, el amor.  ¿Para qué sirve el lujo que los rodea? Quedémonos con ese gesto y reproduzcámoslo con frecuencia. Ama, ama y expande el alma nos dice la bonita canción de Extremoduro que hemos elegido esta semana. Sigamos construyendo el amor aunque estemos al borde del abismo.
     
    Gurb
     
     

    Un joven profesor entra en el aula,

    descuelga los percheros donde se orea el frío
    y mira cómo un rastro de luz resbala sobre los pupitres sin nombre
    y cubiertos de polvo.
    Sin explicarse cómo ni por qué,
    se desbordan los límites de un paisaje incompleto
    y cíclico,
    mientras él pone en orden experiencias 
    y pensamientos.
    Después se acerca a una ventana.
    El sol entre los álamos
    le trae a la memoria las estrellas
    encima de las olas, el salitre
    y los ojos de su hija al descubrir el mar,
    la misma niña que hoy le ha hecho sentir, de nuevo,
    los nervios del primer día de clase.

    Francisco Onieva
    Vértices
    Ed. Visor (2016)
                                                                                          Para Marina y Lucía
     

    ¿Quién no ha sentido alguna vez la inquietud del primer día de clase? ¿A quién se le ha olvidado? ¿Recordáis a aquel niño en la fila, con su mochila recién estrenada, soltando la mano de su madre o de su padre? El poema de esta semana reproduce el nerviosismo tantas veces vivido por todos nosotros en la puerta del colegio al comenzar el curso. A través de la precisa mirada de un joven profesor, el poeta entra en clase y evoca los felices días de verano en el mar junto a su hija, reviviendo aquellas primeras sensaciones de pérdida en la infancia. Con este poema, elegido por el propio autor, entramos en su último y espléndido libro de poesía, titulado VérticesLas Iluminaciones que abren este poemario presagian las zonas que solo los hijos alumbran en la conciencia.
     
    Vértices es uno de los libros de poemas con el que, por su tema y tono, más me he identificado en los últimos años. El libro cuenta la experiencia de la paternidad. Un tema insólito dentro del panorama lírico en español. Y  de cómo esa paternidad zarandea los cimientos del edificio al que llamamos identidad, transmutándolo en otro; no en vano la palabra andamio o traviesa aparece repetida a lo largo del poemario. Aunque se trate de un libro de poemas, hay en él un hilo narrativo que enlaza unos textos con otros, construyendo el proceso vital desde la misma concepción de la primera de sus hijas, pasando por sus distintos estados: el embarazo, contemplado desde la perspectiva del hombre; el nacimiento, y todas esas experiencias cotidianas que cualquier padre vive: llenarse los bolsillos de extraños objetos en el parque; un día de nieve, una fotografía, una mañana de domingo, el baño diario, la construcción de un castillo de arena, un tobogán, una caja de juguetes o los trazos de un dibujo con casa y nubes. Pero más allá de lo cotidiano, casi todos ellos nos conducen al ámbito de la esencialidad que somos a través de la forma tan limpia que tienen de percibir el mundo los niños. Origen y regreso. Mirar el mundo a través de nuestros hijos, frecuentemente supone una incursión en una edad sin tiempo, en palabras del propio poeta. Pero además de esos Vértices, Blanca y Marta, que son el eje vertebrador de la obra, aparecen y enriquecen la misma otros muchos temas: la pérdida, la circularidad y lo cíclico, la crítica social, la certeza de la palabra como generadora y transformadora de la realidad, la reflexión sobre los propios límites de un idioma desgastado, y la poesía como tema del propio poema, como ocurre en Sintaxis de lo inédito, uno de mis poemas favoritos. El libro habla en muchas ocasiones de aquello que no se puede nombrar pero que, sin embargo, existe; acaso solo para aquellos que se detienen a mirar con los ojos de un niño, o con los ojos del poeta, que tantas cosas tienen en común. Aquí ambos se funden en un emocionante abrazo universal.
     
    La maravillosa canción de Serrat, Esos locos bajitos, completa la entrada de esta semana. Ojalá sea una ventana para mirar al mundo de otro modo.
     
    Hoy sois hijos, mañana, padres; pero nunca dejéis de ser niños: tenemos uno agazapado en cada gesto. Nunca perdáis la pasión radical de ir desbocados por el mundo con ansias de conocimiento. Curiosos e inquietos. Entusiasmados por la vida.
     
    Gurb y Maga
     
     
     
     
     
    Más leve que el amor,
    como las aves que el viento mueve
    sin preguntarle nunca
    a dónde se dirigen, va mi voz
    buscando el rastro azul de una bandera.
    Los hombres que murieron
    son de arroz, de levadura
    y lluvia.
    Y hace décadas, la luz borró sus pasos,
    los guió
    bajo el silencio
    hacia el rosal silvestre
    donde una tumba anónima se alza
    en medio de la noche. Del abismo
    cuelgan sus nombres.
    ¿Quién recuerda aún
    su enaltecido aliento en los murmullos
    del agua que ahora inunda el horizonte,
    la oscura levedad de las cunetas?
    ¿A qué paisaje,
    a qué aire pertenecen
    sus huesos custodiados por el bosque?
           Los que murieron rotos por la paz
    debajo del azul
    claman memoria.
    Mi corazón fermenta
    en su dolor, se duerme entre sus ojos,
    pide amor,
    busca el perdón del aire, su piedad,
    pero la tierra estéril no lo oye.
     
    Alejandro López Andrada
    Las voces derrotadas
    Ed.  Hiperión (2011)
     
    Pongo en la barra de google Alejandro López Andrada y aparecen la friolera de 417.000 páginas. Para entender mejor lo que os digo, poned vuestro nombre y veréis el tímido resultado. Evidentemente, nosotros no vamos a medir la calidad de sus libros por su presencia en las redes, hasta ahí podíamos llegar, pero creo que es un dato que, a vosotros, hijos de las nuevas tecnologías, os puede llamar la atención.
     
    Pincho en la primera de ellas, la wikipedia (esa fuente de consulta dudosa  del nuevo saber popular) y copio y pego una breve nota biográfica. Que el propio autor nos corrija algún dato si no es correcto: Alejandro López Andrada nació en 1957 en Villanueva del Duque (Córdoba), pequeña localidad de la comarca de Los Pedroches, de la que es Hijo Predilecto. Estudió Ciencias de la Educación y trabajó como técnico de cultura en la Mancomunidad de Municipios de Los Pedroches. A sus 35 años fue elegido miembro de la Real Academia de las Letras de Córdoba. Casado y padre de dos hijas, sigue viviendo junto a su familia en su pueblo natal, al que considera su fuente de inspiración. Su personalísima voz se observa tanto en su poesía, como en sus novelas y ensayos, en sus columnas y en sus críticas literarias.
     
    Continúo leyendo y me encuentro con un abrumador número de libros escritos y premios ganados, repartidos entre los distintos géneros literarios. Una veintena de libros de poesía, catorce o quince novelas, ensayos, columnas…en fin, la labor incansable de quien tiene el idioma como herramienta de trabajo diaria, y con él va sembrando con esfuerzo las tierras de su existencia. De todos ellos, yo me he leído dos, La tierra en sombra y El horizonte hundidouna antología de sus poemas elaborada por otro de nuestros grandes maestros, Antonio Colinas. Lo primero que me sorprende de sus libros, ya sean de poesía o de prosa,  son algunos de sus títulos, que constituyen en sí mismo un fogonazo lírico lleno de sentidos:Códice de la melancolía, La tumba del arco iris,  El cazador de luciérnagas,Los pájaros del frío, El césped de la luna, El viento derruido o El óxido del cielo, y el último de ellos, Los perros de la eternidad, un título que por sí solo ya merece un premio.
     
    Me encontré con La tierra en sombra hace diez años en una librería; lo abrí, me leí cinco o seis poemas y directamente me dirigí al mostrador para pagarlo. Los premios que publican las editoriales más importantes, en este caso Visor, tienen la ventaja de tener una mayor difusión, por tanto es más fácil acceder a ellos. Y esto es lo que a mí me ocurrió con La tierra en sombra. Un libro que he recomendado a muchos amigos porque rememora en mí cada vez que me acerco a él, al igual que la antología de la que ya hemos hablado, el paisaje y la vida en el campo de mis ancestros. Y digo bien, rememora, porque aunque yo no llegara a vivirla, las innumerables historias que me contaron mis abuelos forman ya parte de mi imaginación y mi memoria familiar. Un mundo rural que se va, cada vez con más rapidez y del que solo van quedando imágenes; y no me refiero solo a las fotografías que a continuación veremos. La poesía es también imagen, y en el caso de Alejandro son poderosísimas imágenes en movimiento. Sus poemas frecuentemente abren surcos en el corazón del lector con el arado de sus versos. Con la pérdida de aquella realidad rural también perdemos las palabras que la nombraban; así la poesía de Alejandro López Andrada también es un glosario de bellos términos en desuso al que siempre tendremos que volver para no olvidarnos de nuestras raíces. Me emociona también, de la poesía de nuestro poeta de esta semana, el brillo de sus metáforas, la sencillez con la que alcanza el interior del ser humano, la musicalidad radical de sus versos construida a partir de un lenguaje vestido de paisano, y  su compromiso social como sentimos en el poema de esta semana, Teorema del perdón, en donde el autor denuncia poniéndole voz a Las voces derrotadas, leo tres versos: Los que murieron rotos por la paz/debajo del azul/claman memoria…, el olvido impuesto por la dictadura franquista a los republicanos fusilados durante la Guerra Civil, y aún más grave, el olvido, después de la Ley de la memoria histórica, al que se han vuelto a someter bajo el infame e inhumano poder desaforado del actual gobierno. 
     
    Por todos estos motivos, es un honor para nuestro centro contar con la presencia hoy de Alejandro López Andrada. Abrimos así las celebraciones en torno al Día Internacional del Libro, que como todos sabéis es el próximo día 23. Recordando siempre a Cervantes.
    Recibamos a Alejandro con un fuerte aplauso.
     
    Gurb