-“Sí, tal vez, pero me gustaría saber por qué han robado eso al jefe”.

-“A mí también. Averigüémoslo”, continuó la otra voz. “Antes tendremos que dar con ellos, ¿no? ¿Cómo piensas entender todo esto si no? Maldita sea, esos críos tienen siete vidas”, replicó su compañero. “Y eso que no son gatos”, añadió el otro, soltando una risotada. “Cállate. Tus chistes malos no son de ayuda, y menos ahora. Démonos prisa. Sabes bien que al jefe no le gusta esperar demasiado”, determinó el que parecía llevar la voz cantante, y siguieron caminando hacia adelante, adentrándose en la maleza de los alrededores.

       Percy, escondido aún detrás de aquel árbol que parecía ser su única salvación, suspiró, aliviado. Por fin podía pararse un instante y respirar. Había hecho un esfuerzo para llegar hasta allí con el tobillo torcido y le dolía más que antes; sin embargo, esa no era su mayor preocupación en aquellos momentos. Teniendo en cuenta que acababa de jugarse la vida, un esguince no parecía demasiado grave. No. Se sentó a duras penas y se le escapó un alarido. Se tapó la boca. "Cállate, cállate", se dijo a sí mismo, casi temblando. Quizá no era un simple esguince… aunque prefería no pensarlo. Se quitó el zapato, algo chamuscado, e intentó estirar los dedos de los pies. Imposible. Intentó darse un masaje, y fue ahí, al quitarse el calcetín, cuando observó el problema: el hueso no estaba en su sitio. Se veía con claridad. Reprimiendo las ganas de vomitar y habiéndose asegurado de que no corría ya ningún peligro, cerró los ojos y trató de relajarse. Se metió la mano en el bolsillo derecho del pantalón y se le escapó otro suspiro: por suerte, tanto ajetreo no había hecho que perdiera el valioso objeto. Se trataba de “eso” que él y su amigo habían robado al jefe de aquellos dos personajillos que acababan de irse y cuyas pintas, por cierto, no podían ser más cómicas: eran como  los típicos ladrones gordo y flaco de las películas que, en vez de hacer su trabajo, se dedican más bien a discutir entre ellos… y al final los pilla el toro. Con todo, dejando a un lado la gracia del asunto, Percy sentió cómo un escalofrío lo recorría de pies a cabeza. Tenía miedo, y negarlo sería negar lo evidente. “Collum, por lo que más quieras, ven rápido”.

Entonces, como si lo hubiera llamado por telepatía, las rápidas pisadas de su amigo rompieron el silencio.

 

5^ème partie de l’histoire. Elèves Bordeaux Roméo Poupard 2nde I

Alors, comme s’il l’avait appelé par télépathie, les pas rapides de son copain, rompaient/avons rompu le silence.

- « Tu es blessé ? ! Percy, nous devons voir un médecin !

- « Non, d’abord nous devons laisser «ça» au propriétaire légitime» dit Percy.

Collum, contrarié, ne savait pas comment faire, Il ne pouvait pas laisser Percy gravement blessé seul. Il savait que les hommes les cherchaient et Percy, blessé,  était une proie facile.

- « Attends, ne bouge pas »

Collum avait trouvé une grande valise à roulettes abandonnée dans la rue.

- «  Peux- tu rentrer, Percy ? »

- « Sérieusement ? Et toi comment tu vas faire ? « 

- « Je vais t’amener chez un médecin et je vais rester avec toi, quand tu reprendras des forces, nous irons ensemble au village indien. Tout va bien se passer, Percy ».

Quelques jours plus tard, Percy et Collum sont partis au village indien et trouvent la fille de l’ancien chef indien,  qui se nommait Plume dans le vent, elle était très belle et avait des dons de voyance c’était la seule à savoir à qui appartenait « ça » .

Lorsque elle les vit elle comprit que « ça » lui revenait, le collier au pouvoir magique de son grand-père revenait sur ses terres, elle allait pouvoir honorer et défendre son peuple qui grâce à ce talisman la reconnaitrait et ce serait la première femme chef indien.