Es innegable que la publicidad nos rodea y que influye de una forma u otra en nuestros hábitos, en nuestras opiniones, en nuestros valores... La comunicación publicitaria funciona creando sensaciones, emociones, estados de ánimo... que nos incitan a consumir. La publicidad despierta en las personas estas sensaciones apelando, sobre todo, a lo emocional; no a lo objetivo. Para vender un producto se trata, sobre todo, de crear una sensación más que de enumerarnos y describirnos de manera detallada las características del mismo.
Es frecuente que, al intentar despertar esta emoción, las imágenes o los textos publicitarios utilicen valores que manipulan la realidad o que presentan un aspecto de la misma poco real. Esto ocurre, frecuentemente, con la imagen del hombre o de la mujer que se proyecta en los anuncios, traspasando, a veces, los límites de la ética. Vamos a observar un anuncio muy impactante, que se recoge en una noticia de un periódico digital, para tratar de desvelar qué sensaciones os despierta. Para ello, vamos a hacer un pequeño ejercicio que encontramos en la retroalimentación.
En primer lugar, observamos los elementos del anuncio detenidamente: personajes, acciones, color, composición, texto...
Después, contestaremos, de forma individual, a varias cuestiones.
- Si este anuncio fuera un animal, sería...
- Si este anuncio fuera un color, sería...
- Si este anuncio fuera una música, sería...
- Si este anuncio fuera una persona, sería...
- Si este anuncio fuera un sonido, sería...
- Si este anuncio fuera un sabor, sería...